JOSE ALEMANYKorda y la niña de la muñeca de palo

El 4 de marzo de 1960, el puerto de La Habana de estremeció con la explosión del vapor francés Le Coubre, que traía un cargamento de armas y municiones. La sospechosa explosión dejó cerca de un centenar de muertos e infinidad de heridos. Al día siguiente, Fidel Castro atribuyó el suceso a la CIA y convocó a la población a un cortejo fúnebre masivo a lo largo del Malecón, en dirección al Cementerio Colón. La marcha había de servir tanto para honrar a las víctimas, como para mostrar al mundo el apoyo popular a la naciente revolución cubana (fue allí donde, en un encendido discurso, Fidel Castro pronunció por primera vez el famoso lema “Patria o muerte”).

Entre los asistentes al cortejo se encontraban Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y, por supuesto, el Che Guevara, quien había participado activamente en la atención a las víctimas de la explosión. Allí estaba también Alberto Korda, un fotógrafo de 31 años armado con su Leica M2 y una lente de 90 mm. Una de las fotos que hizo ese día se convertiría en la fotografía más reproducida de la historia: la imagen del Che Guevara que luego titularía “Guerrillero Heroico”.

Pero ¿cómo había llegado hasta allí un fotógrafo como Korda? ¿Cómo un fotógrafo aparentemente frívolo, que empezó haciendo fotografía de moda sólo para poder estar con las modelos (de hecho, su segunda esposa fue una de ellas) pasó a convertirse en algo así como el “fotógrafo oficial” de la revolución cubana? Sin duda, las grandes desigualdades sociales y el clima de entusiasmo revolucionario de la época tuvieron mucho que ver en su “conversión”.

Pero cuenta la leyenda que el desencadenante fue una niña de apenas dos años, llamada Paula María Seijó Loaces.

En 1952, Nicolás Seijó se había trasladado a la pequeñísima localidad de Sumidero, en la provincia de Pinar del Río, donde gracias a su padre había conseguido trabajo cultivando tabaco para un pequeño terrateniente. Seijó, junto con su mujer y sus cinco hijos (entre ellos, Paula), vivían en la parte trasera de la gran casa del terrateniente.

La vida era difícil; el trabajo, muy duro, y el dinero, escasísimo. Tenían apenas lo suficiente para comer y vestir, y los juguetes eran un lujo que no podían ni imaginar. Así, los niños jugaban con casi cualquier objeto que encontraban y la pequeña Paula se había inventado una “muñeca”, Nene, que no era nada más que un palo de madera.

Korda llegó a Sumidero casi por casualidad, en 1959, cuando estaba trabajando en un encargo publicitario para la fábrica Sabatés. Parece ser que preguntó en el pueblo dónde podía alojarse y que los lugareños le señalaron la casa donde vivían los Seijó, una de la más grandes del lugar. Entró en la casona por la parte de atrás y, entonces, vio a una niña de enormes ojos negros acunando un trozo de madera semi-envuelto en papel de periódico. Le hizo una instantánea y preguntó: “¿Qué tienes en las manos?”. La pequeña respondió con naturalidad: “Es mi muñequita y se llama Nene”.

Más adelante, Korba repetiría en más de una ocasión, que esa fotografía cambió su vida.

¿Qué pasó con Paula? A mediados de los años 60, su madre murió y su hermana Araceli, con sólo 9 años, se hizo cargo de las tareas maternas. Gracias a ella, Paula consiguió terminar la primaria, se hizo enfermera y, luego, se casó. Cuentan que el día de la boda, puso un lacito a Nene y se retrató con ella.

Pero la historia no tiene un final feliz: Paula murió de leucemia poco antes de cumplir los 22 años. Nene continúa en la casa, cuidada como un bien preciado.

Tras el cortejo funébre por las víctimas del Le Coubre, Korba entregó el carrete de fotos al editor del diario “Revolución”, donde trabajaba entonces, y éste decidió publicar algunas fotos en las que podía verse a Castro, Sartre y De Beauvoir. El “Guerrilero Heroico” tendría que esperar otros siete años para empezar a hacerse conocido de la mano de un editor italiano, Giangiacomo Feltrinelli. Pero esa ya es otra historia…

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